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¿Quién ordenó que se detuviera el operativo?

1 week ago 1

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“Yo ordené que se detuviera ese operativo, y que se dejara en libertad a este presunto delincuente”, afirmaba el expresidente López Obrador en 2020, refiriéndose a la operación fallida que hoy se recuerda como el Culiacanazo. “Al día siguiente, o a los dos días, el presidente Trump llamó para ofrecer apoyo”, continuó.

“Lo mismo cuando los lamentables hechos de Bavispe”, siguió recordando el mandatario. “Lo mismo: habló al día siguiente o a los dos días el presidente Trump, y el ofrecimiento fue en el sentido de que nos mandaban agentes para ayudar a investigar los casos y castigar a los responsables. De manera muy respetuosa le agradecimos su ofrecimiento y él entendió que nos correspondía a nosotros atender estos casos, como siempre. No vamos a permitir que ningún gobierno extranjero se inmiscuya en asuntos que sólo corresponden a las autoridades mexicanas. Eso es el respetar, hacer valer nuestra soberanía”.

La soberanía se hizo valer, como quería el expresidente, y la cifra de muertos se incrementó de manera dramática en ambos lados de la frontera. En nuestro país, los cárteles del crimen organizado crecieron al amparo de una política de ‘abrazos y no balazos’, que les brindó impunidad absoluta; en EU, durante el mismo periodo, la crisis de seguridad que México dejó de atender terminó por desencadenar una de las mayores crisis de salud de la historia reciente del país vecino, cuyo número de defunciones ha superado —con mucho— aquellos de los mayores conflictos armados de la época contemporánea.

López Obrador siempre lo negó todo, y en la narrativa que trató de imponer desde sus conferencias matutinas el problema no le correspondería a nuestro país, sino a los estadunidenses: si México cooperaba, en todo caso, el esfuerzo obedecía a razones fundamentalmente humanitarias. El poder no es eterno, sin embargo, en política los tableros cambian en un instante: lo que por algunas semanas fue una transición de ensueño, tras la victoria contundente de su heredera, muy pronto habría de transformarse en una pesadilla marcada por la incertidumbre. La entrega de El Mayo Zambada lo cambió todo por completo.

“Los voy a acusar con sus mamás y abuelos”, había amenazado el exmandatario a quienes sabía que lo estaban escuchando: cuando la abuela murió, sin embargo, Andrés Manuel se quedó sin argumentos. “Entienda que su contubernio o alianza con el narco no es heredable”, le había advertido Porfirio Muñoz Ledo antes de morir: “porque éstos, como lo han hecho siempre y en todas partes, en todas las plazas políticas, se entienden con el que va a llegar, y ya no va a necesitar el narco del presidente…”. El narco dejó de necesitarlo, en efecto, y en cuanto el mandatario dejó de ser útil el cártel tomó sus propias decisiones: las familias atienden a sus propios intereses, y quienes les han ayudado en el camino corren los riesgos que ellos mismos han asumido. A pesar de los abrazos en lugar de balazos: a pesar, también, de tantas visitas a Badiraguato.

“Yo ordené que se detuviera ese operativo”, aseguró el expresidente mientras gozaba de las mieles del poder absoluto: ahora, un sexenio después, parece haber llegado el momento de que el presunto delincuente rescatado explique, con lujo de detalles, cuáles fueron los argumentos con los que el crimen organizado logró doblar al Estado mexicano. La audiencia de Ovidio Guzmán tendrá lugar en estos días: la de su hermano Joaquín —quien entregó a El Mayo— la semana entrante. Las revelaciones, sin duda alguna, cimbrarán por completo al sistema político vigente.

La política mexicana cambiará por completo en unos días, conforme las figuras de autoridad —los santones del sistema— comiencen a derrumbarse: en muy poco tiempo sabremos, sin duda alguna, por qué pasaron tantas cosas extrañas en un sexenio en el que privó la ideología sobre la verdad, y la propaganda sobre la información, mientras navegábamos en un barco cuyo capitán decidió renunciar a la brújula por no apuntar hacia donde él deseaba. Un capitán mediocre y resentido que, simplemente, falló.

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