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Orgo-Life the new way to the future Advertising by AdpathwayPor Cuauhtémoc Ochoa Fernández
El pasado 4 de julio se promulgó la llamada Big Beautiful Bill, una reforma fiscal que impone un gravamen de uno por ciento a todas las remesas enviadas fuera de su país. Aunque algunos en Washington lo llaman estrategia recaudatoria, el mensaje es profundamente político y discriminatorio: castigar al migrante y debilitar el tejido familiar transfronterizo..
Este impuesto podría representar una recaudación estimada de 260 millones de dólares en 2026, afectando particularmente a 3.4 millones de mexicanos indocumentados, según proyecciones derivadas de análisis realizados por Banamex.
Aunque algunos expertos advierten que el impacto económico será limitado frente a una posible desaceleración más amplia de la economía estadunidense, el efecto simbólico y moral es devastador: no sólo se habla de gravar las remesas, sino de imponer un impuesto al acto de enviar ayuda a casa, lo que representa un golpe al corazón de la solidaridad.
Pero ante este agravio, el gobierno de México ha respondido con responsabilidad, sensibilidad y altura de miras. La presidenta, Claudia Sheinbaum, no dudó: anunció el reembolso íntegro de uno por ciento, a través de la Financiera del Bienestar, blindando los ingresos de millones de familias mexicanas. Esta medida representa más que una política financiera: es una declaración de principios, una acción de justicia transnacional y una reafirmación del humanismo mexicano con nuestros compatriotas del otro lado de la frontera.
Hoy, 75 por ciento de los migrantes ya usan plataformas digitales para enviar remesas, pero no todos lo hacen desde cuentas bancarias, lo que podría exponerlos al cobro injusto del nuevo impuesto estadunidense. Con el respaldo del gobierno mexicano, se protege el ingreso de nuestros paisanos y se envía un mensaje claro: México cuida a los suyos, estén donde estén, más allá de sus fronteras.
Desde el Senado de la República respaldamos esta decisión. Porque no se trata sólo de números: se trata de proteger a quienes sostienen, con esfuerzo diario, la economía de dos países. Y mientras en el norte se levantan muros fiscales, en México se construyen puentes de apoyo y justicia.
Quienes critican esta política desde la oposición lo hacen con mezquindad o desconocimiento. A los neoliberales les parecerá exagerado, innecesario o costoso. Pero olvidan que no hay inversión más poderosa que la que se hace en nuestra gente. Defender al migrante no es sólo un acto patriótico, es un deber moral.
Por ello, la respuesta de la presidenta Sheinbaum contrasta con el viejo modelo de indiferencia neoliberal. Ésta es una estrategia firme, propositiva y profundamente humana, que no cae en provocaciones, pero tampoco permite atropellos. El Estado mexicano está hoy a la altura de su gente, y su política exterior se ejerce con dignidad, con cooperación sin sumisión.
Hoy, más que nunca, México demuestra que tiene gobierno, tiene proyecto y tiene convicción. Frente al agravio, respondemos con dignidad. Ésa es la diferencia entre la política del pasado y la política del pueblo.