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Adaptarse o morir: el reto climático para las empresas mexicanas

4 days ago 1

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Por Ricardo Peraza

En México, hay tormentas que llegan sin aviso y sequías que se extienden por meses. Empresas que han resistido años, décadas incluso, pueden desmoronarse en cuestión de días. No es secreto que estos fenómenos se volverán más frecuentes e intensos. La realidad ya está frente a nosotros y no admite excusas. Según Reuters, las compañías mexicanas que no inviertan en adaptación climática podrían perder una parte significativa de los 1.2 billones de dólares anuales proyectados para 2050. Esta cifra es tan fría como la realidad misma que enfrentamos.

Adaptarse ya no es opcional, es una obligación de mercado. Por cada peso invertido en prevención climática se pueden generar hasta cuarenta y tres pesos en retorno. La lógica es contundente: invertir ahora o pagar muchísimo más mañana. México no puede permitirse soluciones improvisadas ni decisiones tibias, solo acciones claras y comprometidas.

Algunas empresas en el país empiezan a entender esto. Los analistas de Breckinridge Capital Advisors ahora evalúan riesgos climáticos en bonos municipales mexicanos, incorporando escenarios futuros además de los históricos. Este cambio parece pequeño, pero es crucial. La preparación anticipada es el mejor escudo contra las catástrofes que vienen.

Impax Asset Management, por su parte, exige a las empresas mexicanas transparencia total en su cadena de suministro. Datos claros, geolocalizados, específicos para cada región. Esto no se limita a responsabilidad social, es inteligencia empresarial pura, que protege a inversionistas y asegura la continuidad de los negocios locales.

Empresas con presencia en México como IFM Investors ya van más allá. Sus inversiones en infraestructura, puertos como Veracruz, Lázaro Cárdenas o Altamira, y carreteras en toda la República deben contar con planes específicos de adaptación climática. Esto no es negociable, es condición indispensable para operar. La resistencia frente a eventos extremos se ha vuelto parte central del negocio mexicano.

Muchas compañías en México aún subestiman los riesgos climáticos reales. Los modelos financieros tradicionales ignoran que bonos estatales o municipales mexicanos pueden perder valor drásticamente si sube el nivel del mar en regiones costeras como Tabasco, Campeche o Yucatán, o si las sequías en el norte del país se vuelven crónicas. Estos modelos miran al pasado, mientras el futuro ya se acerca rápidamente.

La comunidad inversora mexicana comienza a despertar. Fondos privados y públicos buscan proyectos que incorporen la adaptación climática como elemento esencial. Restaurar humedales en Quintana Roo o Tabasco, desarrollar sistemas de alerta temprana para huracanes en Guerrero y Oaxaca, construir infraestructura resistente en Jalisco y Baja California. Estos proyectos ofrecen retornos financieros claros. No son caridad, son inversión estratégica para asegurar el futuro.

Sin embargo, la inversión actual en adaptación aún es insuficiente. El financiamiento climático en México es todavía demasiado bajo para enfrentar el tamaño de la amenaza. Esta desproporción es preocupante, pero también presenta una gran oportunidad. Los primeros en actuar lograrán ventajas competitivas claras, mientras quienes esperen demasiado pagarán costos mucho mayores.

La próxima COP30 en Belén, Brasil, obligará a México y sus empresas a enfrentar esta realidad. Será el momento de pasar del discurso político a la acción real. Se espera que se establezcan estándares internacionales claros para inversiones en adaptación climática, facilitando la tarea para inversionistas y compañías.

Las aseguradoras mexicanas también serán decisivas. Su función será evaluar con precisión la resistencia climática de los proyectos empresariales. Ellas decidirán qué iniciativas merecen financiamiento preferencial y cuáles no tendrán acceso a recursos. Quienes entiendan esta dinámica primero tendrán una gran ventaja competitiva.

Las empresas mexicanas deberán incluir expertos en adaptación climática, formar alianzas estratégicas entre gobierno e iniciativa privada, y desarrollar equipos altamente capacitados para enfrentar esta nueva realidad. El cambio climático no es una teoría abstracta. Es una realidad tangible que afecta profundamente los negocios y genera pérdidas cuantiosas. Ninguna empresa puede ignorar algo tan decisivo.

La adaptación climática es tan vital para las empresas mexicanas hoy como en su momento lo fueron la calidad o la seguridad laboral. No es una tendencia pasajera, sino una condición indispensable para el futuro empresarial en México. Quienes lo comprendan prosperarán. Quienes lo ignoren quedarán atrás, como barcos destruidos tras una tormenta.

En este momento decisivo, México no puede permitirse la indecisión. Las cifras son claras. Cada peso invertido hoy en adaptación climática podría salvar negocios enteros mañana. La decisión es simple y dura: adaptarse ahora que aún es posible, o resignarse a ver cómo lo construido desaparece frente al implacable avance del cambio climático.

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