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Orgo-Life the new way to the future Advertising by AdpathwayBuscar la presencia prehispánica en la ciudad contemporánea, imágenes que sugieran la urbe lacustre; pero también los vestigios del periodo colonial y los elementos identitarios de la megalópolis actual. Una invitación a reflexionar sobre la memoria, la transformación y la resistencia del territorio mexicano.
Ésta es la propuesta de la exposición Tenochtitlan, del fotógrafo mexicano Pablo Ortiz Monasterio (1952), quien, tras diez años de no exhibir su trabajo en el país, presentará unas 110 gráficas a color sobre esta temática en dos recintos: el 15 de julio en el Museo Archivo de la Fotografía, donde reunirá 50 imágenes, y el día 30 del mismo mes en la galería abierta de las Rejas de Chapultepec, con 60 fotografías.
El origen del proyecto es lo prehispánico; pero hay poco, porque todo lo destruyeron. Así que contemplé tres capítulos: el periodo antiguo, la Colonia (es el más breve) y los tiempos modernos. Es una mirada desde el presente, pero siempre al pendiente de lo prehispánico”, comenta Ortiz Monasterio en entrevista con Excélsior.
Explica que esta exposición se realizó a partir del foto-libro titulado también Tenochtitlan (RM), que se publicó acompañado por un ensayo del escritor Álvaro Enrigue, quien se adentra en los anales del periodo prehispánico.
El economista que estudió fotografía en el London College of Printing detalla que decidió limitarse al perímetro de lo que era Tenochtitlan en el siglo XVI. “Es decir, de Tlaxcoaque al Zócalo, y hasta Tlatelolco; y de la Alameda al Zócalo y hasta la Merced”.
Señala que le interesó captar, por ejemplo, imágenes de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco; de Perú, la única calle curva que hay en el Centro Histórico, que sobrevivió a la destrucción porque ahí pasaba un río; del hallazgo del Huei Tzompantli, lo que queda de un antiguo “estante de cráneos”, y la pirámide de Ehécatl, en el Metro Pino Suárez. Así como retratos de indígenas, esculturas de tlatoanis, grafitis y la vida cotidiana en el centro de la urbe, en la que centra su atención en el cuerpo.
El proyecto arrancó durante la pandemia. Aproveché e hice mucho trabajo de archivo. Pero me urgía salir a la calle; así que decidí visitar el centro y tomar unas fotos. Y entonces cayó en mis manos el libro La muerte de Tenochtitlan, la vida de México, de Barbara E. Mundy, y me voló la cabeza.
Me sorprendió lo detallado del estudio. Trae una ilustración que dibuja perfectamente el contorno de hasta dónde llegaba el islote en el siglo XVI. Y pensé ‘voy a limitarme a ese perímetro’. Eso me aclaró el proyecto y me permitió pensarlo desde un lugar específico”, cuenta.
El también editor de libros de fotografía narra que la pregunta con la que se acercó al tema es ¿cómo se funda una ciudad? “Y en el camino apareció el 700 aniversario de la fundación de Tenochtitlan, que fue en 1325 y se conmemora este 2025. La fundación es una fecha simbólica. En uno de los códices prehispánicos hay una entrada que dice que fue tres de sus semanas de 13 días después de un eclipse que hubo ese año; y un arqueastrónomo sacó la fecha aproximada”.
El autor de 22 libros propios y unos 200 ajenos destaca que, para él, “es vital entender cómo es la lectura de la imagen. La exposición mantendrá la lectura del libro.
Yo busco tratar a las imágenes como el poeta Octavio Paz proponía hacerlo con las palabras. Él aconsejaba: ‘Dales la vuelta, cógelas del rabo (chillen, putas), azótalas’. Así a las imágenes: chíngalas, jódelas. La idea es la construcción de sentido, contar cosas con ellas. Yo las mezclo, las engarzo, las intervengo. Así voy trabajando el concepto total”, agrega.
Ortiz Monasterio cumplirá el próximo año cinco décadas de trayectoria, que comenzó con su primera exposición individual en Londres en 1976. “Ya son muchos años. Uno cambia. Pero la búsqueda continúa, no termina, como tampoco la exploración y la sorpresa. Y creo que soy más irreverente”.
Indica que tiene varios proyectos en marcha, como un libro de rock y una colaboración con la fotógrafa estadunidense Annie Leibovitz, a propósito del próximo Mundial de Futbol. “Pero no me quiero morir sin realizar una exposición y un segundo libro de mi trabajo sobre los Huicholes, hecho durante 30 años. Es mi último gran acervo analógico”, concluye.
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